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Salvador Giner. In Memoriam

Manuel Pérez Yruela, Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA), ex–president de la Federación Española de Sociología

 

Para mi hay dos aspectos que destacan en la figura de Salvador Giner. Primero, la riqueza de su formación y experiencia intelectual, que se refleja en toda su obra. Fue un profundo conocedor de los clásicos del pensamiento social (Durkheim, Pareto, Simmel, Tonniës y Weber), sobre lo que nos dejó dos importantes obras Historia del pensamiento Social y  Teoría sociológica clásica. De ellos heredó que el objeto de la sociología es la explicación causal de la acción social, que es intencional y subjetiva, y su contrapunto: las cualidades relativamente sistémicas de la estructura social como  condicionantes y hasta en algunos casos determinantes de la acción social. Vivió la etapa de auge del estructuralismo en su versión funcionalista y marxista y la irrupción en él del liberalismo y del individualismo metodológico. Tuvo contacto directo o indirecto con algunos de sus principales defensores: Karl Popper, a quien conoció  cuando era  catedrático en la LSE;  Friedich Hayek, a quién tuvo como profesor en Chicago; e Isaiah Berlin, a quién tuvo la ocasión de presentar su visión triádica de la libertad en una entrevista que le hizo en su casa de Oxford en 1992. Fue testigo del ocaso del determinismo estructuralista. Giner nunca fue estructuralista ni individualista metodológico a secas. Si alguna etiqueta se le pudiera poner me atrevo a decir que sería la de conflictivista y weberiano-simmeliano, por su enfoque de la acción social  mediante la lógica situacional y por su convicción de que todo orden social es conflictivo y precario. Segundo, su carácter llano, abierto, cosmopolita, jovial, divertido y positivamente escéptico e informal, que contrastaba con los formalismos propios de la cultura de su generación.